Los antivacunas y el suero de Lucifer
El escritor José Leandro Urbina explica cómo operan las teorías conspirativas -políticas y religiosas- de quienes niegan la utilidad y hasta sospechan de las campañas de inmunización contra la pandemia de Covid-19. Esta es la primera parte de la columna que el autor de la premiada novela Cobro Revertido y del más reciente ensayo Los Dueños del Mundo, redactó para CancerLATAM.
El Covid-19, la última pandemia que afecta a la humanidad, puso en evidencia una serie de conflictos que en tiempos normales -por decirlo de alguna forma-, sólo asoman de manera contenida en el día a día o como un eco lejano de las investigaciones científicas.
Varios expertos advirtieron hace décadas sobre la posibilidad de nuevas pestes potencialmente mortales, pero la atención prestada por los gobiernos fue casi nula. La difusión masiva de informaciones sobre los peligros por venir fue casi inexistente en los medios de comunicación.
el mito, las supersticiones, la sabiduría popular se transforman en recursos que ayudan a restringir el pánico natural provocado por el SARS-CoV-2, proveyendo respuestas sencillas, aunque sean equivocadas»
José Leandro Urbina
El lema pareció ser: no hay que asustar a la población con el anuncio de hipotéticas catástrofes. El sistema globalizado posee los mecanismos para mantener bajo la alfombra todo desastre o pugna colectiva que pueda afectar la reputación de su “funcionamiento eficaz”.
Sin embargo, esta vez, los sistemas de alarma no pudieron con el virus, que se transformó en una verdadera piedra en el zapato, pues descubre, sin clemencia, todas las contradicciones y falencias de nuestra organización social.
Ocurre que la complejidad del problema que genera la pandemia y las inevitables tomas de posición que siguen a una crisis de estas dimensiones, van mucho más allá del fenómeno sanitario y supera las miradas puramente técnicas.
El mito, las supersticiones, la sabiduría popular se transforman en recursos que ayudan a restringir el pánico natural provocado por el SARS-CoV-2, proveyendo respuestas sencillas, aunque sean equivocadas, a las interrogantes que surgen en el proceso de entender esta crisis sanitaria.
Tantas dimensiones de la vida cotidiana se encuentran afectadas por la pandemia, que estamos obligados a sumar la preocupación por cuestiones que, en tiempos -como decíamos- normales, parecerían no tener ninguna relación con la batalla médica contra el Covid.
Politización
Sabemos que existen diversos grupos sociales que casi siempre están en oposición a las acciones del Estado, al que perciben como antagónico a sus intereses y, en muchas ocasiones, con razón. Por lo tanto, se niegan a colaborar cuando éste intenta imponer reglas de salud pública en las que ellos desconfían, perciben como inútiles, o consideran formas de control arbitrario.
Esto se puede juzgar como una causa política que genera, por ejemplo, el rechazo a las campañas de vacunación o a las cuarentenas obligatorias. Los sectores vinculados al comercio y la pequeña industria que se vean perjudicados por estas decisiones, se unen a la resistencia en contra de medidas que son inevitables si se quieren contener los contagios masivos.
Uno de los casos extremos pudo verse en los Estados Unidos, donde los partidarios republicanos más ultra del expresidente Donald Trump todavía se niegan a ser vacunados debido a que la orden emana del presidente demócrata Joe Biden.
La persistente desinformación sobre la gravedad de la pandemia, generada por la Casa Blanca de Trump, su recomendación de tratamientos ridículos, como beber o inyectarse desinfectantes, tratarse con rayos ultravioletas, usar poderosas fuentes de luz dentro del cuerpo o fuentes de calor, causó un gran efecto en los que consideran sagrada la palabra del expresidente. Y las asociaciones de médicos que salieron a desmentir las recomendaciones de Trump eran atacadas violentamente en las redes sociales y en los medios de comunicación de la extrema derecha.
estos grupos generan una buena cantidad de desinformación que va desde afirmar que las vacunas están fabricadas con material tomado de fetos abortados, hasta la utilización de ‘suero luciferino’, ingrediente que habría sido descubierto en la vacuna Moderna»
José Leandro Urbina
No se han librado de la pelea los países europeos como Italia, Alemania, España y Francia, ni tampoco los del Este, como Hungría y Polonia, donde sus gobiernos y miembros de la clase política han adoptado posturas ambiguas frente a la vacunación.
Religión v/s ciencia
No es nueva la contradicción entre religión y ciencia. A pesar de los avances de la ciencia médica, hay un grupo de religiones que rechaza los tratamientos que aquella ofrece y prefiere confiarse a la oración, al canto de plegarias o a la sanación por medio de la fe.
Es obvio que, en la mayoría de los casos, la vida de muchos es puesta en riesgo, sobre todo la de los niños cuyos padres prefieren invocar a su dios y no llamar a un doctor. Frente a la muerte, la respuesta es, “ahora está en manos del padre”. En los casos más extremos, se culpa al difunto de no haber tenido la fe suficiente para librarse de la enfermedad.
Este es el caso de los evangélicos blancos en los Estados Unidos. Ultraconservadores de ciudades pequeñas y habitantes de zonas rurales, han permanecido consistentemente opuestos al uso de la vacuna. En comparación, las comunidades negras y latinas enfrentan el dilema de manera más fluctuante.
Estos grupos (ultraconservadores) poseen convicciones profundas y generan una buena cantidad de desinformación que se trasmite por redes sociales bajo la forma de teorías conspirativas. Ellas van desde afirmar que las vacunas están fabricadas con material tomado de fetos abortados, hasta la utilización de “suero luciferino”, ingrediente que habría sido descubierto en la vacuna Moderna y que contendría 66.6 mililitros en su fórmula.
La desventaja de las ciencias médicas frente a este tipo de explicaciones es evidente. La ciencia no puede dar la clase de respuestas tajantes basadas en la fe y sin prueba de verdad. Ante lo desconocido siempre hay un margen de error, y las hipótesis científicas están siendo permanentemente revisadas. Sin embargo, en el caso del Covid-19, se puede demostrar estadísticamente que, en este momento, la gran mayoría de las personas que están internadas en hospitales recibiendo atención, las que están entubadas en estado grave, o las que mueren, son personas que niegan la existencia del virus, no quieren recibir la vacuna y rechazan la mascarilla y el distanciamiento social.
(Esta columna continuará)