Fútbol y hepatitis: una relación compleja y solidaria

En el Día Mundial contra esta enfermedad, la OMS llama a reforzar la atención sanitaria bajo el lema “Saber es poder. Hazte la prueba”. Los subtipos causados por los virus B y C son responsables del 78% de los tumores originados en el hígado.
Para el argentino Jorge Valdano, peor que la hepatitis que en 1987 lo hizo “apretar los dientes” -según admitió en varias entrevistas- fue aceptar que ya no jugaría más en la cancha. Esa vez no fue un menisco ni un desgarro, sino una infección el motivo que lo obligó a colgar la camiseta.
Por entonces, el tratamiento para la hepatitis B era muy agresivo y consistía en inyecciones cada tres días con efectos adversos demoledores -náuseas, temblores e intensa sudoración- que liquidaban la calidad de vida de una persona cualquiera y resultaban incompatibles con la carrera de un deportista de alto rendimiento.
Todavía no estaba disponible la vacuna contra la cepa que afectó al exfutbolista y exentrenador, aunque un año antes ya había sido desarrollada por el bioquímico chileno Pablo Valenzuela. Pronto la fórmula se incorporaría en los programas de inmunización del mundo entero (en Chile está en el calendario oficial de vacunas desde el 2005), debido a sus excelentes resultados para prevenir la enfermedad.

Es cierto que la hepatitis de Valdano se hizo crónica, pero al menos su oportuno tratamiento impidió que la inflamación de su hígado progresara a un cáncer: alrededor del 78% de los tumores hepáticos son causados por las cepas de los virus B y C.
El caso del excampeón mundial por los colores de la albiceleste no es aislado. Más bien es parte de una relación de dulce y agraz entre el fútbol y esta infección sobre la que hoy 28 de julio la OMS invita a tomar conciencia.
En 1995, los jugadores del Real Madrid -cuando Valdano era su entrenador- fueron parte de una campaña pionera pro-inmunización contra la hepatitis B con el propósito de concientizar a la población general.
Otro ejemplo: en 2007, 10 exjugadores argentinos de la Primera División de las décadas del 60 al 80 fueron pesquisados con el virus de la hepatitis C que se transmite, principalmente, por transfusiones de sangre y/o por compartir jeringas. Esta era una práctica habitual (compartir agujas) antes de que otra infección -el VIH/SIDA- advirtiera del peligro para los deportistas que esperaban ser infiltrados en sus rodillas o fortalecidos con complejos vitamínicos en filas donde las medidas de bio-seguridad eran inexistentes.
Y si bien la hepatitis C no tiene vacuna como es el caso de la B, la primera hoy cuenta con eficaces tratamientos orales que curan a más del 95% de los casos (en Chile están disponibles a través del programa GES). El exjugador Daniel Alves Da Silva donó a España, Bolivia y a su país natal, Brasil, mil dosis en otro caso de colaboración entre el deporte y la medicina.
Como vemos, aquí la prevención y la detección temprana es clave si lo que buscamos es evitar que la patología evolucione a una cirrosis o a un cáncer de hígado.
Hoy 28 de julio, cuando el planeta conmemora el Día Mundial contra la Hepatitis, la OMS hace un llamado a los líderes políticos, científicos y del mundo del deporte a “establecer servicios de alta calidad” para eliminarla del planeta. ¿Cómo? Garantizando el acceso oportuno, eficiente y adecuado a los pacientes y a las comunidades a través de la atención primaria, ya sea de la vacuna, de exámenes que pesquisen la infección o de terapias efectivas.
Tanto la OMS como la Organización Panamericana de la Salud (OPS) buscan terminar con esta enfermedad para el 2030. De los distintos tipos de virus que la provocan (A, B, C, D y E), sólo el B y el C pueden causar una hepatitis crónica que derive en un cáncer de hígado. En Chile este tumor mató en 2020 a 1.473 personas. Una mal récord para tener en cuenta, como diría Valdano, el “filósofo del fútbol”.