Síguenos
Buscar temas
Menú

Ecología del autocuidado del paciente oncológico

La economía de recursos es fundamental en pandemia. Por eso, el oncólogo de Clínica Universidad de los Andes, doctor Carlos Rojas, invita a concentrarse en las medidas sencillas y probadas (lavado de manos, uso de mascarillas) y evitar hábitos engorrosos como el “túnel sanitario”, más probables de quebrantar a medida que avanza el desconfinamiento.

    El autocuidado, como la naturaleza misma, tiene su propia ecología. Es decir, sus particulares equilibrios para sostenerse en el tiempo. De esta forma evita colapsar y pasar a ser algo extinto, del pasado. Un fósil.

   Esto es especialmente cierto en el caso de una pandemia de largo aliento como la del Covid-19. Y de primera importancia para los pacientes con una enfermedad como el cáncer que los hace vulnerables, ya sea por la infección misma o por medidas sanitarias, como el confinamiento, que limitan sus desplazamientos para recibir tratamientos.

   Es verdad que quienes han enfrentado alguna vez el diagnóstico de una enfermedad como el cáncer, desarrollan ciertas herramientas psicológicas que les permiten diferenciar lo esencial de lo que no lo es y, de esta forma, mantenerse alerta sin estresarse demás.

hay que considerar que un paciente oncológico con tratamiento activo no puede permanecer encerrado ni convertirse en un ermitaño, aunque quisiera»

   Sin embargo, por muy resilientes que logremos ser, nunca está de sobra partir por lo obvio: mientras no esté disponible una vacuna de alta efectividad para los pacientes bajo régimen de quimio o inmunoterapia, es clave mantener precauciones a largo plazo y sostenibles en el tiempo. Si una persona con cáncer se contagia con el SARS-CoV-2, corre el peligro de que su terapia -que debe cumplirse periódicamente y a cabalidad- se difiera o postergue. Lo anterior significa que cuando supere la infección e inicie o retome el tratamiento, probablemente lo hará en peores condiciones físicas y, en consecuencia, los años de sobrevida se vean disminuidos.

   Si somos realistas, es difícil que en menos de un año la población chilena logre la inmunidad de rebaño que minimice los efectos de la pandemia, ya que ninguna vacuna ha sido autorizada aún por la autoridad sanitaria (la más adelantada, Pfizer, pidió recién urgencia para su aprobación en Estados Unidos).

Además, hay que considerar que un paciente oncológico con tratamiento activo no puede permanecer encerrado ni convertirse en un ermitaño, aunque quisiera. Esa persona debe ir a un centro asistencial cada dos o tres semanas ya que necesita evaluación médica. Muchos deberán hacerlo incluso al día siguiente de recibir su sesión de quimio o su dosis de inmunoterapia para los chequeos de rigor. Es decir, por necesidad, va a salir de su casa al menos una vez al mes.

la experiencia internacional nos advierte que el mayor peligro durante los periodos de desconfinamiento es relajarse al punto de olvidar que todavía estamos en pandemia»

   Es cierto que ahora que pasó el peak el riesgo es menor en algunas regiones del país y la autoridad sanitaria estableció un programa gradual de desconfinamiento conocido como “paso a paso”. Pero más importante que seguir automáticamente las libertades que nos comunican desde el gobierno, quien enfrenta un tumor debe entender que, en su caso, el cuidado debe ser permanente y estricto: aquí ya no hablamos de medidas de salud pública para la población general, sino que de un grupo de personas que corre un peligro cierto si es que contrae el Coronavirus, ya sea por la infección misma (muchos presentan comorbilidades con diabetes o hipertensión) o por las consecuencias en la continuidad de su tratamiento.  Especialmente prevenidos deben estar quienes son medicados con inmunoterapia, ya que por tratarse de fármacos mejor tolerados y con menos efectos adversos, al sentirse bien, el paciente puede tener una sensación de falsa seguridad y comenzar a asumir riesgos.

   La experiencia internacional (y la nuestra en el caso de algunas ciudades del sur) nos advierte que el mayor peligro durante los periodos de desconfinamiento es relajarse al punto de olvidar que todavía estamos en pandemia y, por lo tanto, que hay que mantener el “modo Covid” en nuestras rutinas. Por eso, quien enfrenta un cáncer debe sí o sí conservar el distanciamiento social, no dejar de usar mascarillas si hay peligro de cercanía con personas ajenas al núcleo más cercano (con quienes se vive) o es exigido por la autoridad, y -la regla de oro- el lavado de manos de forma constante con agua y jabón o usar alcohol gel de no ser posible. Jamás tocar jamás la cara sin previa higienización de las manos.

la naturaleza no se enreda con normas cuya efectividad no esté comprobada ni tengan un sentido práctico»

   Si vemos, no se trata de medidas imposible ni extremas como sería permanecer en una burbuja. Más aún, son hábitos que todavía debería mantener toda la población si queremos evitar un nuevo peak de contagios.

   ¿Y cuál sería la ecología del autocuidado entonces?

   Fácil: no caer en exageraciones que transformen nuestra nueva rutina de cuidados en una espiral de tics innecesarios que resulta, sino imposible, demasiado complicado de conservar en el tiempo, ya sea por irrealizables o por fastidiosas.

   Con el propósito de mantenerse en el largo plazo, los ecosistemas crean reglas lo más simples y armoniosas posibles. La naturaleza no se enreda con normas cuya efectividad no esté comprobada ni tengan un sentido práctico. Nadie verá a una manada de gacelas intentando otra cosa que no sea correr por la sabana africana para escapar de un depredador.

   Esta economía de recursos es clave para sobrevivir y, en el caso de la pandemia que asola hoy al homo sapiens, las estrategias que nos sirven y podemos mantener son el uso de mascarillas, la distancia social y el lavado de manos constante.

seamos como naturaleza y apliquemos el sentido común a cada una de nuestras acciones»

    Las medidas muy estrictas, en cambio, no son sustentables en el tiempo porque es más fácil que el paciente o su entorno las quebrante. Sobre todo, ahora que en algunos casos están permitidos los viajes interregionales, donde se pierde la rutina al momento de alojar en otro domicilio. Resultan “antiecológicos”, por ejemplo, los túneles sanitarios (cambiarse de ropa, zapatos y bañarse cada vez que se llega a casa) o el uso de guantes que se ensucian y no cumplen su pretendido propósito. Es como si las gacelas improvisaran otra salida distinta a la carrera y la huida, certificada por miles de años de evolución como una medida eficaz y sustentable.

Como dijimos, el gran riesgo es olvidar que estamos en pandemia. Las reuniones sociales y -sobre todo familiares- hoy autorizadas, contribuyen a crear en muchos una sensación de falsa normalidad y de que ya no hay peligro. Por eso, además de evitar a toda costa aglomeraciones, lo ideal es que el paciente oncológico evada cualquier tipo de contacto que no sea estrictamente necesario fuera de su núcleo familiar directo (léase, gente con quien vive) y, si está obligado a interactuar fuera de él, extreme hábitos como el uso de mascarillas y el lavado de manos.

De más está decir que el círculo de familiares debe seguir las mismas reglas para minimizar contagios intradomiciliarios, lejos los más numerosos si se buscan situaciones responsables en la propagación del SARS-CoV-2.

   Seamos como naturaleza y apliquemos el sentido común a cada una de nuestras acciones.

Compártenos

Déjanos tu comentario

Por favor, ingresa tu nombre.
Por favor, ingresa una dirección de correo electrónico correcta.
Por favor, ingresa tu comentario.
*Campos requeridos